El edificio Sabatini del Museo Reina Sofía expone la obra Marginalias de Ida Applebroog, desde el pasado 2 de junio y hasta el 27 de septiembre. Esta muestra supone la primera gran antológica en Europa de esta artista nonagenaria (91 años) neoyorquina. Previamente encontrábamos importantes exposiciones sobre la autora pero que solo relataban parte de su significativo legado artístico. En esta ocasión el museo madrileño da cuenta de 53 años de una trayectoria artística cargada de crítica social y política.

Ida Applebroog nace en el Bronx de Nueva York en una familia ultraortodoxa que carecía de estudios.  Con 18 años consiguió la autorización paterna para estudiar diseño gráfico, en el Instituto de las Artes y Ciencias Aplicadas, en lo que centrará buena parte de su primera etapa vital, junto con la artesanía. Estuvo trabajado en una agencia de publicidad donde “el acoso sexual era algo cotidiano”, explica la Comisaria de la exposición, Soledad Liaño, de lo que se quejaría la propia autora mucho más tarde. Pronto se casó con el psicoterapeuta judío Gideon Horowitz con el que tendrá cuatro hijos.

Ida Applebroog

En Chicago estudió arte y vivió 12 años enriquecedores vital y artísticamente. Sin embargo, esta vida se truncó cuando se trasladó al sur de California con sus hijos y su marido en 1968. Un año después, fue ingresada en el Mercy Hospital de San Diego, por depresión y crisis nerviosa. Y es en este lugar donde va a explotar como artista mediante una serie de dibujos de formas orgánicas que vemos en la exposición, en la primera sala. Son obras que “ilustran su interés, muy personal, en las fronteras entre locura y cordura”, según Fernando García de la Vanguardia.

Tras salir del Hospital, realizó unos inquietantes dibujos de sus genitales en su cuarto de baño, refugio en la que se sentía segura. Estos dibujos, un total de 150, fueron guardados en el desván de su casa y, posteriormente, en 2006 rescatados, restaurados, escaneados e impresos para edificar con ellos la Monalisa, Casa de la vagina (Monalisa, Vagina House). Esta instalación forma un habitáculo de madera y dentro, se puede ver por las rendijas a una voluminosa figura femenina de color rojizo, Monalisa. “Lo íntimo se convierte en público, lo doméstico en político”, según Maneul Borja-Villel, director actual del Reina Sofía, haciendo una vinculación claramente feminista.

La muestra recoge también la relevancia que tiene lo escénico en la obra de Applebroog. Conocemos que es una gran admiradora de Samuel Beckett, como lo evidencia la reproducción de escenas idénticas en secuencias donde uno espera una evolución, pero nada encontramos. Nos recuerda la obra del dramaturgo irlandés “Esperando a Godot” donde el público nunca llega a saber quién es Godot, o qué tipo de asunto han de tratar con él los personajes: Godot nunca llega.

Teatrillos

Sin embargo, si hay certezas claras en las críticas de Applebroog en su “teatrillos” que sirvieron para señalar dramas sociales del momento. Una de más sugestiva es la de Trinity Towers (1982), que muestra el sufrimiento de los primeros infectados de SIDA en Estados Unidos y de los suicidios que provocaron.

También son interesantes de destacar las sátira de la autora americana a una sociedad banal, medicalizada, anestesiada, enferma intelectualmente, disfuncional y sumisa como distinguimos en Variaciones de Campos eméticos (1990). Parte de este contenido se repetirá después en buena parte de su obra, como en Todo está bien (1990-1993), donde también hay una crítica a los crueles ensayos clínicos en monos utilizados como cobayas en investigaciones contra el ébola y el SIDA en selvas africanas y filipinas (respondía así a un artículo de The New Yorker donde se recogía esta situación).

Por último, apreciamos en Aves enfadadas de América (2016) una soterrada sátira contra la violencia y contra el expresidente estadounidense, Donald Trump. En esta sección se exponen pájaros de diversas especies recogidos en el libro del naturalista John James Audubon en el siglo XIX. Según la comisaria, Soledad Liaño, Applebroog quiere retratar el abatimiento y desconsuelo que se desprende de los pájaros muertos, la mayoría,  o afligidos en la época de Trump frente al próspero contexto que vivieron en la era de John James Audubon.