
Jo, que no he conegut els homes. Cuarenta mujeres viven encerradas en una prisión bajo tierra, una de ellas, la protagonista no ha conocido el mundo exterior, sabe muy poco porque sus compañeras tampoco se lo explican. No sabe leer ni escribir y tampoco es conocedora de las cosas que el resto de mujeres conocían y anhelaban. Los guardianes las controlan constantemente, no hay revueltas, no se alza la voz, no se pueden tocar entre ellas. Se han acostumbrado a vivir atemorizadas por los hombres que las vigilan. Es su normalidad, podemos distinguir también visos de alineación con los guardianes, como si de una alienación patriarcal se tratase.
Ansían libertad, aunque nuestra protagonista no sabe muy bien qué le esperará al otro lado de la reja, pero no puede dejar de soñar: quiere ser feliz y está segura que fuera de allí lo conseguirá.
Jo, que no he conegut els homes
Un día suena una sirena atronadora, los vigilantes salen corriendo y la celda queda abierta. Aunque con miedo, las mujeres salen a un mundo exterior desértico. No les faltará agua ni comida para sobrevivir, igual que en la jaula.
Las mujeres se organizan de manera autogestionada aunque siguen necesitando de lo que encuentran en las garitas (que bien pueden representar al sistema opresor) abandonadas para sobrevivir.
La protagonista, que no tiene nombre, no para de caminar, de buscar un mundo exterior que desconocía, que no había visto nunca. Quería saber, escuchaba a sus compañeras y se nutría de sus conocimientos. Se esforzaba cada día por saber cosas nuevas, por tener actividades nuevas. Aunque en muchas ocasiones se sentía también prisionera de sus propias compañeras, de las decisiones del grupo. A pesar de haber vivido siempre juntas, nunca habían convivido de verdad.
Jo, que no he conegut els homes (‘Yo que nunca supe de los hombres’, en su versión en castellano) es una novela dura de leer que nos hace reflexionar i nos invita a filosofar sobre el patriarcado, el capitalismo, la libertad, e incluso sobre la eutanasia o el suicidio. Parte de la familia de Jacqueline Harpman, la autora, fue asesinada en Auschwitz.